miércoles, 8 de junio de 2011

Ensayo (y error)

Hay muchas confusiones en cuanto al concepto de espiritualidad. Como tenemos tan arraigada en nuestra cultura la tradición judeo-cristiana, es habitual que se produzcan rechazos o apegos a determinados temas relacionados con la Divinidad o el Espíritu (por no decir Dios). Pero ser espiritual no implica puerilidad, ni pasividad, ni la anulación de nuestros instintos naturales, ni miseria económica o falta de interés por el dinero, ni vivir “fuera” de este mundo, ni muchos otros prejuicios que hemos ido arrastrando desde hace siglos.

En cambio, vivir desde el espíritu significa ser conscientes de una dimensión más allá de la material: la dimensión energética.

Con los descubrimientos científicos más recientes se ha observado la esencial importancia del pensamiento en cuanto que creador de la realidad. La mente mueve y materializa la energía pero, para ello, los distintos niveles de nuestro ser (el cuerpo físico, las emociones y los pensamientos) han de estar en sincronía con la realidad que queremos crear.

Vivir en consonancia con la Divinidad conlleva la responsabilidad de la consciencia y de la acción, pues consiste en tomar las riendas de nuestra vida y ejercer, desde el amor, el poder de dirigirla sn delegar en nadie más dicha autoridad.

Esto último, que podría parecer obvio, en realidad es una tarea difícil en nuestra sociedad ya que, desde nuestra concepción misma, nos están “programando” para que sigamos unos patrones impuestos por la tradición familiar y/o la cultura en la cual estamos inmersos.

Apartarnos de lo establecido, salirnos de la fila, es algo molesto para los que con tanto empeño se esfuerzan en mantener “el orden”. Lo que estas personas no saben es que el bienestar, la paz, la felicidad y la prosperidad que se logran viviendo en consonancia con nuestra espiritualidad, son inimaginables dentro del rígido molde que imponen las actuales “normas sociales”.

La transformación se está produciendo, lenta pero inexorablemente. Hay una expansión de la percepción que no es otra que la de darnos cuenta de que somos los co-creadores de nuestra realidad. Estamos despertando a la consciencia de que el poder reside en nosotros. Pero este poder proviene de nuestra esencia divina y tenemos que vivir en sincronía con ella para alcanzar la verdadera revolución en el mundo. Será entonces cuando la palabra “humanidad” cobre todo su sentido.

No hay comentarios: